6/4/13

Los celos no saben en qué piso vivo





             En realidad no tengo celos de su marido, qué va. Leí en una ocasión que el ejército, el matrimonio, la Iglesia y la banca eran los cuatro jinetes del Apocalipsis; esa frase da para paja, ¿eh? En fin, no me importa que duerma cada noche con su marido, ni que se lo folle tres veces por semana, siempre y cuando guarde fuerzas para mí. Dios, me encanta cómo gime, cómo me muerde el hombro en pleno orgasmo… Me estoy poniendo palote de pensarlo. Es una puta leona en la cama, o al menos conmigo, porque con Manu no pasa del misionero. Normal, se le ve “paraíto”… No tengo celos, él cena con Marina y yo la ayudo después a quemar esas calorías que tanto la inquietan.

            Bueno, en realidad sí. Hay algo por lo que envidio lo suficiente a su marido como para no saludarle si me cruzo con él en el estanco. Me encanta cuando amanece, Marina se levanta de la cama del hotel y se aleja mientras se despereza y se rasca los costados, alzando la camisa (MI camisa) hasta límites insospechados. Joder. Me casaría en mil vidas con ella sólo por poder verla despertar cada mañana.

2 comentarios:

  1. Me duele sentirte
    en otra cama,
    en otra piel,
    en otros besos;
    y saberte desnuda
    ante otro espejo,
    con otra sábana
    a tus pies.
    Acaso este juego
    de amarte desde lejos
    me consume
    y me pregunto:
    ¿Sabría yo vestirte
    cada día de sonrisas?
    ¿Y dejarte marchar
    cada mañana
    sin morir?
    ¿Sentirías tú mis manos
    con el mismo temblor
    si no te resultasen
    tan desconocidas?
    ¿Podríamos, en fin,
    soportarnos cada día
    sabiendo que en cada uno
    habita un infiel?

    Para ti Yumiens, porque me asombras con tu variedad de registros. Un beso,
    Empipat

    ResponderEliminar
  2. Me encanta.
    Simplemente genial.

    ResponderEliminar