En realidad no tengo celos de su
marido, qué va. Leí en una ocasión que el ejército, el matrimonio, la Iglesia y
la banca eran los cuatro jinetes del Apocalipsis; esa frase da para paja, ¿eh?
En fin, no me importa que duerma cada noche con su marido, ni que se lo folle
tres veces por semana, siempre y cuando guarde fuerzas para mí. Dios, me
encanta cómo gime, cómo me muerde el hombro en pleno orgasmo… Me estoy poniendo
palote de pensarlo. Es una puta leona en la cama, o al menos conmigo, porque
con Manu no pasa del misionero. Normal, se le ve “paraíto”… No tengo celos, él
cena con Marina y yo la ayudo después a quemar esas calorías que tanto la
inquietan.
Bueno, en realidad sí. Hay algo por
lo que envidio lo suficiente a su marido como para no saludarle si me cruzo con
él en el estanco. Me encanta cuando amanece, Marina se levanta de la cama del
hotel y se aleja mientras se despereza y se rasca los costados, alzando la
camisa (MI camisa) hasta límites insospechados. Joder. Me casaría en mil vidas
con ella sólo por poder verla despertar cada mañana.
Me duele sentirte
ResponderEliminaren otra cama,
en otra piel,
en otros besos;
y saberte desnuda
ante otro espejo,
con otra sábana
a tus pies.
Acaso este juego
de amarte desde lejos
me consume
y me pregunto:
¿Sabría yo vestirte
cada día de sonrisas?
¿Y dejarte marchar
cada mañana
sin morir?
¿Sentirías tú mis manos
con el mismo temblor
si no te resultasen
tan desconocidas?
¿Podríamos, en fin,
soportarnos cada día
sabiendo que en cada uno
habita un infiel?
Para ti Yumiens, porque me asombras con tu variedad de registros. Un beso,
Empipat
Me encanta.
ResponderEliminarSimplemente genial.