Magnífico escritor, mejor amigo.
Disfrutad del nuevo relato erótico de @Fhergueta.
Se recomienda llevar una prenda naranja durante la lectura.
http://ginebraypoker.blogspot.com.es/
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***
Juegas a llamar mi atención.
Juegas con la luz del sol que
entra por la ventana, juegas con la brisa que mece las cortinas. Que mece tu
cabello.
Sentada sobre la cama de sábanas
de colores te haces la despistada mientras mueves tus piernas cruzadas.
Tu sandalia negra adornada con
ramitas plateadas amenaza con caerse, tú la haces chocar suave y
deliberadamente una y otra vez contra la planta de tu pie. Curioso compás de
espera el que hacen tus pies.
Y es que tus pies lo evocan todo.
Me miras, vuelves la vista a un
lado. Tus ojos se entrecierran con picardía, tus labios se tensan en un amago
de sonrisa juguetona, traviesa. Muerdes sutilmente tu labio inferior. Y ese
vestido anaranjado de verano que llevas puesto comienza a volverme loco.
Imagino que te tumbo en esa cama,
que mezclo tu vestido con las sábanas de colores y que arqueo tu cuerpo para
besar tu cuello, muy despacio, como a ti te gusta. Y tú…
Tú juegas a provocarme.
Me miras. Te recuestas sobre los
codos y tu melena a ondas te cubre parcialmente el rostro, pero yo se que esa
sonrisa juguetona sigue ahí, esperando, retándome.
Cierro los ojos un instante y me
veo sobre ti, arrancándote ese vestido anaranjado y jugando con tus senos en mi
boca. Lamiéndolos, una y otra vez. Amasándolos con mis manos, moviendo mis
dedos para rozar tus pezones. Te imagino jadeando, imagino tu cabeza echándose
hacia atrás y dejando a la vista tu cuello, tu garganta.
¿Muerdo tu cuello?
Ríes. Descruzas las piernas. Las
separas con una ligera y musical risita que llena el cuarto. Las separas lo
justo para que ese vestido corto anaranjado de verano que llevas se descuelgue,
tapando la visión de lo que escondes.
Sé que no llevas nada debajo.
Sabes que sé que no llevas nada
debajo.
¿Y ahora te tumbas? Estás yendo
demasiado lejos. Cierras los ojos y juegas a acariciarte con los pies. ¿Te he
dicho ya que tus pies lo evocan todo?
¿Y tú a mí?
Eres mala. Dejas caer tus sandalias al suelo y flexionas las piernas,
cuidando de que tu vestido tape lo justo, de que muestre solo lo que tú quieres
mostrar.
Eres una experta.
Yo sigo imaginando que estoy
sobre ti, jadeando mientras te penetro, mientras te mueves debajo y me sonríes
de manera sensual, provocadora. Te imagino enroscando tus piernas sobre mi
cintura. Y te imagino exhalando tu aliento sobre mi cuello y erizando mi piel.
¿O es tu piel la que se eriza?
La de ambos, así quedamos en
tablas.
¿Ves? Ya lo has conseguido, ya me
he levantado cuando te has puesto boca abajo, has flexionado tus piernas y has
cruzado tus pies en el aire, balanceándolos. Ya has conseguido que ese vestido
anaranjado tape hasta algo más arriba de la mitad de tus muslos.
Pero no te lo pondré tan fácil,
aunque a estas alturas ya me he rendido.
Y tú lo sabes.
¿Y si me acerco y alzo ese
vestido muy despacio con las yemas de mis dedos? ¿Eso te gustaría? Mejor ni lo
pregunto.
Claro que te gustaría.
Y, mientras lo hago, tú llevarás
un dedo a tu boca y lo morderás, mirándome y volviendo a llenar después la
estancia con tu risa musical y cantarina.
Me tienes calado, me tienes
completamente calado.
¿Sabes cómo acabará esto?
Acabará contigo sobre mí, moviéndote con
ganas, amasando tus propios senos mientras te relames los labios, mirándome. Tu
vestido anaranjado acabará arrugado en el suelo, haciéndole compañía a tus
sandalias negras con ramitas plateadas. Acabará con nuestros cuerpos dibujando
posturas sobre las sábanas de colores.
Acabaremos gritando, y sudando.
Y tendré tanta sed que no me
bastará con beber de tu boca, también querré beber de tu sexo.
Pero eso tú ya lo sabes.
Y ahora, como leyéndome el
pensamiento, clavas tus ojos en mí y paras de balancear tus pies justo en el
punto más alto. Yo me acerco, rodeo la fortaleza que ahora es la cama y sobre
la que tú reinas. Sopeso las distancias, calibro las miradas. Hay que ir con
cuidado.
Tú esbozas la enésima sonrisa.
Pícara sonrisa. Pícara tú.
Quieres el santo y seña. De otro
modo jamás podré acceder a la fortaleza que ahora es la cama y sobre la que tú
reinas.
Pues aquí la tienes.
Apoyo mis rodillas sobre la cama
y cazo uno de tus pies. Sientes cosquillas, pero aguantas quieta. Yo deslizo mi
dedo índice sobre el empeine y hago que tu piel se erice. ¿Ya has cerrado los
ojos? ¿Ya gimes? Hago que tu pie se flexione, apuntando con los dedos hacia
arriba, y recorro uno de tus dedos con la punta de mi lengua. Y Ahora soy yo
quien sonríe con toda la picardía del mundo y me dispongo a conquistar tu
fortaleza.
¿Sabes? Tus pies lo evocan todo.
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