1/7/12

A dúo con uno de los grandes



Vives al lado del mar dijo Sacromonte tras observar el gesto de ella al introducir los pies en la arena —.  Te gusta el mar. Pero hace demasiado que no te paras a escucharlo. Sí, tú me desataste. Pero fue el mar quien me trajo hasta tu orilla. Él miraba a lo lejos. A esas horas de la tarde el mar, reflejando los tonos naranjas del cielo, parecía arder. Mar, destino, fortuna, dioses... Rameras caprichosas que juegan con nosotros.

                Ella le escuchó en silencio, mirándole por el ligero rabillo del ojo. Quizás ese hombre no estaba tan loco como pensaba, o lo estaba aún más si cabía. No rompió el silencio, se paró entonces a escuchar el suave chocar de las olas contra la arena de la playa, con los ojos cerrados y salitre en el corazón.


Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida,
la muerte canta noche y día su canción sin fin.
Rabindranath Tagore.

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