—¿Sabías que el chocolate es un
sustitutivo del sexo?
La
mujer volvió la mirada hacia él en el instante en que la onza de chocolate se
rendía a su horda de dientes con un gemido al partirse y se aventuraba en las
profundidades húmedas de su boca. El hombre, aún con esa media sonrisa
traviesa, la observó mientras ella se relamía los labios y saboreaba tan
tentativas palabras. Desde entonces no han vuelto a probar el chocolate. No les
hace falta.
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